viernes, 19 de septiembre de 2008

Las dificultades de Entretener

LAS DIFICULTADES DE ENTRETENER

Cada mes de julio, la cartelera de estrenos de cine argentino sufre un cambio radical. Las responsables son las producciones basadas en un concepto "vendedor", destinadas al público infantil y juvenil, que compiten con las películas de Hollywood pensadas para el mismo grupo de espectadores. Siempre se puede alegar que la brecha digital o económica es una notable desventaja para las producciones locales. Sin embargo, la mayor diferencia radica en el diseño y el origen de los proyectos.

Hay una importante diferencia entre la concepción de entretenimiento que tienen las películas argentinas de las vacaciones de invierno y la que está detrás de Wall-E y Hancock , por dar dos ejemplos recientes. Mientras aquí el concepto de entretenimiento está relacionado con el puro pasatiempo, en Wall-E y Hancock se busca entretener a través de una historia que interpela al espectador con una búsqueda emocional y estética más profunda. Wall-E es un robot que limpia la basura de un planeta Tierra devastado, y se enamora de un robot femenino cuya misión es buscar vida vegetal. La película critica a la sociedad de consumo, estimula una toma de conciencia global y se centra en dos personajes inolvidables que nacen en esta misma historia. Por su parte, el protagonista de Hancock es un superhéroe negro, sin casa y alcohólico, que produce más destrozos que arreglos cuando decide hacer uso de sus poderes.

Mientras tanto, el cine argentino de entretenimiento presenta un clon de un producto internacional ( High School Musical ), una transposición cinematográfica de un personaje de artículos escolares ( Valentina ), una versión de un olvidable programa televisivo ( 100% Lucha ) y la saga de unos agentes vetustos ( Los Superagentes: La nueva generación ). Ninguno de los conceptos de producción buscan construir un mito o un personaje inolvidable, nacido y criado en el cine (a la manera de Wall-E o Hancock ), como si el medio no tuviera la capacidad de generar leyendas propias. Las cuatro películas son versiones de proyectos cuyo origen es extranjero con respecto al cine.

High School Musical: El Desafío es la primera producción argentina de la marca Walt Disney; la película mantiene el concepto estadounidense, en esta ocasión realizado por un elenco y equipo artístico argentinos. Técnicamente, todo luce impecable, de la luz y los escenarios al vestuario, las coreografías y el montaje. Al igual que en las producciones de Cris Morena, en High School Musical las marcas de clase de los personajes se borran y se construye un mundo paralelo sin relación alguna con la Argentina ni con ningún país en particular. El original de Disney también perfila una clase media imaginaria donde la variedad de razas oculta una apertura a mercados diversos. La película avanza, divierte y promueve valores universales como la amistad y la tolerancia. Pero en el conjunto hay algo de casa prefabricada que deja un sabor extraño: ¿para qué actualizar ideas ajenas cuando se puede gestar un concepto análogo sin pegarse al formato de Hollywood? Cuando fui a verla, el jueves 25 de julio en la primera función del Atlas Lavalle, yo era el único espectador en la sala. Tal vez el negocio no esté en su lanzamiento en cine, sino en la venta de CD y DVD.

Los Superagentes: La nueva generación retoma tres discretos personajes del cine argentino y los acondiciona con la fórmula del baile del caño: tetas y culos. La película cuenta la historia del superagente Tiburón (Fabián Gianola) que, en una misión, conoce a un vendedor de panchos (Darío Lopilato) y a un promotor de turismo aventura (Christian Sancho), y los invita a integrarse en la fuerza secreta Acuario que comanda Alberto Martín. El film combina escenas de acción bien hechas -como en el cine de hace unos 20 años- y otras que buscan comicidad. En la sala de la calle Lavalle donde la vi había 20 personas en su primera función del día de estreno y, exagerando, hubo risas en unos siete lugares.

Lo que unifica Los Superagentes... con High School Musical es la ausencia de clase social o de información familiar de los personajes. Los protagonistas están extirpados de su entorno y llevan adelante una historia que revela muy poco de ellos. En Wall-E los robots toman vida y asumen una personalidad más allá de cómo han sido programados; Hancock asume su destino de héroe y cambia para hacer un uso responsable de su poder. En esa carencia de información que hubiera determinado sus conductas habita la imposible refundación de estos personajes. Si, por ejemplo, ellos hubieran sido tres desempleados, con esposa, hijos o familia (al estilo Hancock ), el delirio de su función de superagentes tendría un contraste con su vida familiar, lo que habría apuntalado la construcción de los personajes. Porque para que la narrativa clásica funcione, no sólo debe haber una estructura de tres actos bien construida sino también un arco de transformación del personaje que exponga un punto de partida, un punto de llegada y la coherencia del viaje de un punto a otro.

Valentina, la película surge de un personaje de cartucheras y útiles escolares. Su público son las niñas y las adolescentes, y es la más interesante de todas las películas argentinas de vacaciones. La animación y la técnica -logradas en sus colores pero no del todo en su movimiento- vehiculizan la historia de una adolescente y su miedo a crecer. La película apenas tiene una trama (los chicos se organizan para hacer una fogata ritual el día de la primavera y Valentina va a cantar) pero hace pie en las emociones de la adolescencia, con estética rosa y canciones a tono. La protagonista busca un poco de amor en cuatro personajes masculinos y descubre atractivos diferentes en cada uno de ellos. En un tono liviano, como una Alicia en el país de las maravillas mezclada con el mundo de Barbie, Valentina se mete de verdad en los miedos adolescentes. En la sala a la que asistí, una niña de la fila de adelante lloraba aterrorizada en varias secuencias. Valentina apela al subconsciente y es un diario íntimo de una adolescente hecho película.

Por su parte, 100% Lucha es impresentable: mala luz, malos diálogos, una actuación pseudoirónica muy mal ejecutada y una absoluta falta de consideración por la inteligencia. Las puestas de cámara están armadas como el programa televisivo, los decorados son apenas pasables, la puesta de luz es descuidada y el vestuario y maquillajes dejan mucho que desear. El humor bizarro no alcanza para justificar la película.

Para lograr resultados artísticos que puedan estar a la altura de películas de entretenimiento como Hancock o Wall-E sería necesario confiar en las posibilidades del cine como medio: desde el comienzo del cine mudo y la belleza inmortal de los films de Charles Chaplin o de Georges Méliès, el cine nos permite viajar a otros lugares y ampliar la imaginación, al mismo tiempo que nos demuestra su capacidad de crear mundos y personajes propios. Ciertos productores argentinos importan personajes y universos construidos en la televisión y los lanzan a la pantalla grande cuando, la mayoría de las veces, su destino apenas alcanza para la pantalla chica.

Por Santiago Giralt
Fuente: ADN Cultura
Más información: www.lanacion.com